A Regencia llegué em uma camioneta de um ingeniero agrónomo, que nos llevó a mi y a un amigo de Militao que llevaba uma película para ser exhibida em dicho pueblo. Ya Militao me había conseguido una familia para quedarme en su casa. Ahí luego de preguntar bastante llegué a casa de Doña Iná.
Ahí me recibió un comité de bienvenida, eran como diez personas de diferentes edades todas reunidas alrededor de una mesa. Ahí me preguntaron de donde venía, y a pesar de que le dije que dormía en cualquier lugar y no quería incomodar a nadie, la abuela de la familia y la madre de todos me dió su cama para irse a dormir al living, ahí tuve el primer gesto de una hospitalidad increíbe, esa que nos hace sentir pequeños. Con esta familia me sentí como en mi casa, todos los días se comía en una mesa enorme, llegaban todos los hijos e hijas de Ina, con sus respectivos hijos, por lo que a veces la turma llegaba a ser de 40 personas, de todas las edades. El clima siempre era de tranquilidad y de charla en medio de banquetes con peces, cangrejo, feijao, tallarines, y jugos de todo tipo de frutas que tenían en el jardín.
Con cada uno de los miembros de la familia generé una relación especial, todo esto llevó a que aunque fuera con la idea de quedarme tres días, me quedara diez.
El primer día fui a jugar al fútbol de salón, y no fue que me destaqué, pero metí un golcito lindo que me la tiró el golero la paré con la rodillá, sin que cayerá le pegué con el pie para acomodármela para el arco rival y dando una vuelta chuteé a lo Zidane y la clavé a un ángulo, ahí salió algún grito de la tribuna de algarabía, que hizo olvidar la pelota anterior que había perdido y que hizo que nos clavaran.
Luego de eso vi una casa con tapas de discos de pasta afuera, y como me dió la curiosidad, paré para preguntar quién vivía, en la puerta estaba Mariola, rasta de piel oscura de voz tranquila y ritmo lento con el que luego nos haríamos bastante amigos, me dijo que vivía Ronaldo. Al rato de estar sentado charlando en la puerta de la casa, llegaba en bicicleta un personaje de unos cincuenta años, bigote tupido pero ni muy ancho ni muy largo. El legendario Ronaldo tiene una colección de discos de vinilos de aproximadamente 15.000 piezas, lo que hace que como sus casa es muy pequeña la mayor parte esté ocupada por los discos de pasta. En su casa todo es permitido, cualquier tipo de infusión, como de humo, como de expresión artística, es así que sus paredes están todas dibujadas, con retratos, de Lennon, de el mismo, tanto como dibujos abstractos,quién quiere intervenir, puede.
Ese fue el primero de varios días de charlas compartidas en la cocina de Ronaldo, de paredes de ladrillo y de cuchillos de todos los tamaños y formas colgados. Las charlas eran entre cachaças, risas, humos, reflexiones metafísicas y zoológicas. Varios de los días que fuimos Ronaldo estaba lavando, cosa que no hacía desde noviembre. Su ropero constaba basicamente de dos camisetas, un par de chanclestas y veinte bermudas, nunca lo vi de camiseta. El tiempo aproximado que usaba cada bermuda era de una semana y media según él.
En otra de esas noches conocí a Natal (navidad en portugués) un pintor primitivista, de piel bien negra y de unos 55 años con el que también hicimos una gran amistad, algunas noches conversábamos hasta el amanecer de arte, de música y en fin de lo que nos viniera en ganas. La casa de Natal está decorada de una forma muy curiosa
Ya el primer día por obra del destino caí en una fiesta íntima, donde había un fuego prendido con una plancha arriba, ahí se tiraban los camarones y cuando estaban hechos que estaban bien rojos, se le ponía un poco de limón gallego, que es uno naranja por dentro y un poco más dulce, pero igualemente ácido, y al buche el manjar del mar. Esa noche de guitarras y percusiones con lo que se tuviera a mano, me presentaron a Gurú, este es hijo de Militao me dijeron. Gurú es el mestre del aerial (maniobra de surf de saltar con la tabla y volar por unos segundos) me agregaron. En esa fiesta conocí a Rolao dibujante y tallador en madera, que por esa época andaba haciéndoles tatuajes gratis a sus amigo, casi me hago uno, pero no encontré un motivo que me llamara la atención.
Hice tres paseos que fueron preciosos, el primero fue la pesca de camaron al Río Dulce, en esa ocasión salimos con Rolao y Gurú en un bote, y navegamos como cuatro kilómetros río arriba, llegamos a una fazenda donde vivía una gente macanuda, comimos unos cacaos, y unas acerolas, y nos tiramos al Río en busca de los camarones, estos generalmente se cazan con la mano metiéndola en los agujeros de barro que se encuentran abajo de los juncos y de las plantas de agua, por esto hay que meterse entre las plantas a veces un metro y medio abajo del agua. Puse mucho empeño en pescar algún camarón, ya que quería que me reconocieran el trabajo, por eso mientras ellos sacaron más de una docena en una hora yo investigaba metiendo la mano en todos lados entre los musgos , pero por falta de costumbre cuando tocaba algo que se movia en vez de apretar, sacaba rápido la mano. Estuve una hora en el agua y nada. Después agarré unos cacaos y me puse a comer sobre la canoa, luego pensé que eso no podía quedar así, me tiré de nuevo y luego de veinte minutos en el agua, me pareció palpar algo en un hueco, apreté y cuando saqué la mano salió un camarón largo como un gato más o menos, ahí grité “pegué um” y en seguida Gurú grito “olha Rolao o gringo pegó um pitu (camarón)” “ ehhh gringo parabens” gritó desde lejos y me aplaudieron entre los dos. Fue una tarde increíble.
Otro día fui con Anildo el cazulo (hijo más chico en Brasil) de Iná, al proyecto Tamar, que es una ong que trabaja en todo el litoral, desde Ceará hasta Santa Catarina, protegiendo las tortugas. Ahí conversamos un poco sobre las diferentes especies, y me dijeron que iban a limpiar la piscina de las tortugas, a lo que obviamente ofrecí mi ayuda al instante. Ahí comenzamos a limpiar las tortugas gigantes, de 20 o 30 años cada una, de hasta 150 kilos algunas. Ahí compartimos un momento lindo entre las tortugas, lo que cerramos con una café compartido al final.
Volvimos caminando por la playa los siete kilómetros desde la reserva hasta el pueblo, en ese trayecto la playa está llena de refugios creados por pescadores, con los palos que trae la corriente. En el camino comenzamos a recoger todo tipo de fruta, que caen en el Río Doce y el agua las trae, recogimos caja (fruta naranja parecida a un quinoto, muy buena para jugos), jenipapo y coco. Fue una caminata linda por la ribera del océano.
Otra tarde fuimos a una isla con Mariola, Dudú fumos de canoa, comimos unos cacaos y luego volvimos para hacer una feijoada.
Cada día en Regencia fue increíble, con una familia que me hizo sentir como en casa, con una barra linda de amigo pescadores\surfistas con los que compartimos momentos increíbles y con una belleza natural que deslumbraba.