sábado, 31 de octubre de 2009

Odas de origen


Oda durazno


Pal Negro González Evangelisti


En el asiento de atrás... Tengo 8. cinco de esta mano y tres de esta, miráa ma los tanques... la llama del zoológico levantaba la cabeza. Luego está esa P, que bajo juramento el Rodri confabulara a dos mujeres, que era la P del Pocho Ormaechea, que perdiera la bandera de los treinta y tres jugando al Mus en el Wanderers con el Sapo Pikinela y el Carozo Robano. Voy re conociendo una imagen tras otra pero no es hasta que voy entrando por Oribe y llega a mi nariz el olor de siempre de Durazno, el cual me sería imposible transmitir su familiaridad, me fusiono, sale el sol en mi interior...

Recordando encuentros y presagiando como redoblante de orquesta el próximo abrazo, miro como un niño cada pequeño cambio, sin acordarme de la herencia del sentimiento triste del pasaje del tiempo, a donde llevará esa idea?

Confabulamos y mitificamos, historias gloriosas del bar 19, comidas en el camping, festivales, bailes en la criolla con vuelta caminando a sol saliente por la Churchill. Me cuentan frente a un fueguito, acompañado de algún chori de mezcla picantón, que el Flaco se hizo amigo de Robert Pires, y lo hizo hincha de Esportivo Yi, la foto lo comprueba.

A los tapes, la declaro tierra madre de de mis sentimientos de conexión con la tierra, de mis relaciones con los perros, gatos, caballos, gallinas. No podría sin vos haber amado ni al folklore, ni el arte de vida rural, ni orgulloso los inviernos con el Poncho del Tata Ernesto. Creo que también puedo regalarte mi recuerdo del aroma fuerte de los eucaliptus y de la tararira gigante que pescó lucía con aparejo en el arroyo. De Maestre de campo llevo un cordero que hizo Martín en el galpón, el pánico que sentí yo gurí de ciudad cuando vi mi primera víbora, de los dulce leches que se cortaban fruto del sabotaje. De San Borja alabo al perro que se quebró jugando al fútbol.

Señor Río Yi,

Le escribo estas líneas para agradecerle, permitirnos tirarnos de la rama de sus gigantes árboles, sin lastimarnos, por pasar suave por la represa haciéndola un tobogán, por ser calmo. Si bien es cierto que ha tenido sus exabruptos ultimamente, si nos sinceramos yo no lo sufrí tanto si no tal vez le escribiría otras líneas. Le pregunto sin ánimo de entrar en intimidades si usted continúa conservando el afecto por el puente viejo, el que habla madera cuando pasan los autos. Se el breve malestar que le causó su llegada, también al respetuoso compañerismo que han mantenido en estos años. Saluda afectuosamente, su servidor


Golpeo la mano de hierro en el zaguán de las tías, encuentro a Nélida con su linda melena rubia, siento aunque no me dice.. que hecha de menos a Mary, fue la persona que más veces vi reírse a carcajadas en mi vida, con sonrisa derramo lágrima sobre esta hoja.

Durazno no concluyo, dejo abierto para que vos gente, lugares, historias, colores, sigas tu propia poesía...

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miércoles, 16 de setiembre de 2009

Nuestro documental. La inundación de 1959


En abril de 1959 un relator de la vuelta ciclista del Uruguay (imaginen su voz nasal) relataba: "se ve una llovizna pasajera cayendo sobre el pavimento de nuestras rutas nacionales"


Este sería el inicio de una de las catástrofes más grande que el Uruguay recuerda en su historia. A las generaciones más jóvenes nos llegó en formato anécdota de nuestros padres y abuelos. Este es el inicio del documental que estamos realizando con Caíto, nos iremos toda la semana próxima por el interior, a programas de radio, y de televisión para comunicarnos con los personajes que hayan vivido dicha época, para que llamen contando su historia y luego conocerlos personalmente. Todo este proceso de viaje y de búsqueda quedará plasmado en el documental, para mostrar el organismo vivo que es todo producto creativo, así iremos descubriendo nuestra película junto al espectador.


Se recuerda por muchas personas como la única vez que hubo algo similar a un estado de guerra en nuestro país. Los pueblos quedaban aislados, debiendo racionar los víveres, ya que en algunos casos solo les llegaba vía aérea la comida. En casos de evacuación, muchas mujeres se separaban de los maridos, no teniendo noticias de estos últimos por semanas.





En todo este caos que ejercieron las fuerzan naturales, el pueblo uruguayo dió una lección de solidaridad y de unión que quienes me lo contaron se emocionaban o se les ponía la piel de gallina. No se trataba de un hecho aislado, era un modo de vivir en el cual cada uno hacía lo que tenía a la mano para ayudar. Los voluntarios eran de toda índole: los radioaficionados, que hacían posible la comunicación y sus casas en los pequeños pueblos eran centro de reunión ya que era el único medio de comunicación posible; los aviadores que a veces volaban 20 horas al día y hacían posible el abastecimiento y aprovisionamiento de quienes habían quedado rodeados por el agua; mujeres que cocinaban para veinte personas que no conocían, otros cocían cuadraditos, que luego los enviaban a otra familia que los cocía y hacía frazadas.




Las fuerzas armadas tuvieron al mando siete ministerios para coordinar el plan de evacuación y de contingencia. Fue extremadamente eficiente el plan y cercano a las necesidades de los damnificados (que palabra), en tiempos que el ejército gozaba onc un reconocimiento y cariño del pueblo, fruto de Figuras pro democráticas, pero fuera de eso de una profunda humanidad como Seregni, Magnani, entre otros. Cercanía que luego otros militares que se hacían llamar Tenientes de Artigas (que eran más cercanos a Hitler que a nuestro prócer) se encargarían de derribar, cometiendo las mayores atrocidades de las que se tenga memoria en nuestro país y en Latinoamérica.

Mi abuelo, el Tata Venancio fue el que comenzó mi amor por este episodio histórico, en esa época era el jefe de turno de la central hidroeléctrica de Bonete, que era una de las pocas fuentes de energía en nuestro país. El Río Negro creció trece metros y medios lo que el encargado de la construcción de la represa un ingeniero suizo llamado Ludin, calculaba que pasaría en 500 años. Cuando el agua crecía a un ritmo increíble y asomaba con tapar la represa, pocos hombres se quedaron a riesgo de vida, ya que no se sabía si resistiría la represa, con el riesgo que eso conllevaba que fuera devastado Paso de los Toros, Bonete, Baygorria, Mercedes, y todo lo que estuviera al paso del Río Negro, así quedó la represa.



Fue en este momento cuando estaba casi al límite que estuvo Fidel Castro, el Venancio lo acompañó por la represa, en esta foto están de charla junto a Magnani, Maissonave y el Venancio.



De todo esto y del viaje por el interior surgirán las imágenes y anécdotas, con las que será armado el documental, apenas esté el trailer lo subo y lo veremos juntos. Estoy gozado de alegría con esto.
Les mando un abrazo grande.

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martes, 18 de agosto de 2009

Como vivir a 40º bajo cero: Los Inuiit y Claude Sirois


Hace tiempo que me vengo interesando por la vida de los seres humanos que viven en condiciones extremas, o fuera de los "avances" que nos trae el comfort de la sociedad "moderna". Ya en este último viaje por las rutas de Brasil, busqué encontrarme con la historia no escrita, la de esas tribus o personas que elijen otra manera de vivir a la que nos presenta la civilización y su idea del progreso.


Particularmente viajo con las historias de personas que son capaces de despojarse de una carga material, cultural, sentimental para adentrarse en un conocimiento propio del mundo, mucho más cercano y esencial.

Uno de los primeros libros que leí al respecto, "Into the wild" o "Hacia rutas salvajes" es la historia de Alexander Supertramp, escrito por Jon Krakauer. Supertramp fue un tipo que cuando terminó sus estudios decidió enterrar sus pertenencias y su dinero, para encontrar un lugar en el que se encontrara vivo, intenso cada día. Fue así que luego de deambular por carreteras, por pueblos perdidos en el medio del desierto, emprendió camino hacia Alaska. Fue aquí donde comenzó a vivir lo que tal vez el consideraba su destino. Luego de dos años que comenzara esa travesía, su cuerpo, junto a su diario fueron encontrado en un omnibus abandonado. Salieron luego las valoraciones morales luego de que se conociera su historia, lo cierto es que la intensidad con la que vivió, deslumbra y cuestiona un modo de vivir que por ser tomado como "normal" no lo cuestionamos. Quién quiera conocer su historia solo tiene que pedirme el libro prestado.






Ahora les voy a hablar de la historia de alguien que me conmovió estos últimos días y que da título al artículo. Inuiit significa "hombre de la tierra", a diferencia de Esquimal que significa "comedor de carne cruda" y es como prefieren ser llamados los nativos de la isla de Baffin al Nordeste de Canadá. Estos nativos descienden de asiáticos de la Siberia que atravesaron el estrecho de Bering hace varios siglos.

Cómo me llegó la historia que les voy a continuar relatando parece obra del destino o de una intención divina. Estando en la productora me dicen que va a venir un antropólogo que estuvo viviendo con los esquimales en Alaska, ahí como cachorro paré la oreja.

- LO QUE??
- Si estuvo viviendo un tiempo con los esquimales y está viendo para hacer un documental, mirá acá está el libro.
- Me lo llevo ta?

Me devoré el libro en pocos días, en cada página se me volaba la mente a territorios blancos, de climas imposiblemente gélidos, donde los seres humanos viven el día a día en una lógica de supervivencia, donde cada uno cumple el rol que desea en la vida grupal.



Claude comenzó esta travesía en 1970 aproximadamente, cuando se recibió de antropólogo. Lo llamaron para preguntarle si estaba interesado en irse junto a otros ocho antropólogos a vivir con los últimos de los Inuiit a la Isla de Baffin (la quinta isla más grande del mundo), fue un lunes, le dijeron que si quería debía hacer un test médico el martes y si todo andaba bien el jueves se iría, así que sin mucho tiempo para pensar, tomó la decisión más importante de su vida.




En dicha isla cerquita del Polo Norte la temperatura promedio es de 35º a 40º bajo cero, y puede llegar hasta los 55º bajo cero. El invierno es de cuatro meses de oscuridad casi total, aunque es más clara que nuestra noche. El verano es de cuatro meses de claridad, aunque un poquito más oscuro que nuestro día radiante. Luego hay dos meses de primavera y dos meses de otoño similares a los nuestros. El gobierno de Canadá llevaría adelante un plan para darles casas y trabajos en minas, para aumentar su esperanza de vida que era de 35 a 40 años. Esta ingenua decisión de "civilizar", implicaba entre otras cosas, hacer sedentaria a una tribu nómade, lo que lentamente haría desaparecer su cultura ancestral.




De esos nueve antropólogos que fueron a convivir con los Inuiit, solo regresaron cinco, dos de ellos cayeron en una grieta y fueron comidos por la nieve, uno se suicidó en uno de los largos inviernos, y otro murió peleando con un oso polar. De los cinco que quedaron, solo Claude decidió quedarse, siete años estaría viviendo como Inuiit. En su libro relata varios aspectos de esta sociedad.

Allí no existen nombres femeninos, ni masculinos, con tanta ropa las personas se diferencian en su sexo, porque unos llevan trenza y otras moño, cada persona tiene la opción de elegir cual va ser su sexo a lo largo de su vida, y su elección es respetada y tomada por natural, así el hombre que desee llevar moño y ser mujer puede serlo aunque lo será por el resto de su vida, lo mismo la mujer que desee ser hombre.

Ellos consideran que una de las almas que tiene la persona es la de su nombre, porque ese nombre tiene el espíritu de a quién perteneció antes, por lo que debemos hacer honor a ese nombre e incorporar la personalidad del nombre a nuestra vida.

Los Inuiit fabrican todos sus utensilios y vestimenta con lo que sacan de los animales. Tienen un cuchillo de marfil, extraído de los dientes de las morsas, botas de foca, según la estación usan cueros de oso polar o de caribú. Generalmente las encargadas de limpiar las pieles son las mujeres, aunque se respeta si una mujer tiene la fuerza para ser cazadora, así como si un hombre desea trabajar sobre los cueros. Para limpiarlos usan una especie de cuchillo en forma de abanico, luego para ablandarla y terminar de sacarle la carne y el pelaje se mastica el cuero.







En invierno casi no salen del Iglú, solo sale quién esté encargado de cazar, el resto de la familia se queda adentro. El iglú por su forma conserva un calor dentro en la parte superior que es donde se duerme de 18 hasta 20º por lo que se puede hasta dormir desnudo según me contaba Claude.




En verano aprovechan para visitar a amigos, hacen grande reuniones, cantan y bailan. Aprovechan para hacer juegos, uno de ellos resulta de ponerse dos mujeres enfrentadas y comienzan a imitar los ruidos del ambiente, termina cuando una de las dos se ríe. También realizan esculturas en piedra jabón, aunque ellos no se consideran artistas, ellos creen que la forma que va a tomar ya está dentro de la roca y ellos solo le sacan lo que la recubre.




En la primavera y otoño se dan los cielos más hermosos que el ojo puede ver con auroras boreales que tiñen la boveda de colores surreales.




No todo se perdió, algunos de los Inuiit entendieron, que su manera de vivir, no era la que le habían impuesto, sino la que sus ancestros les habían heredado, que lentamente habían perdido la sabiduría y la felicidad que les traía aquel modo de vivir, que se habían hecho frágiles y enfermizos. Así que decidieron volver a sus costumbres, logrando confluir esas dos sabidurías que le dió el tiempo, ya que ahora cuando no pueden cazar ni vivir como nómades, por la vejez y el deterioro físico, tienen la posibilidad de ir al pueblo y vivir muchos años.

Por fin en ese viaje al que su libro me transportó conocí a Claude, un tipo sensible con una paz espiritual que se sentía al conocerlo. Charlamos, y a mis mil dudas, me respondía con franqueza y profundidad. Publicó hace un tiempo su libro y esto dice en el prólogo:

"Durante 15 años o más, en Montevideo, mis notas relativas a mis aventuras en el mundo de los inuit dormían en un cofre. No me animaba a leerlos, ya que era algo que continuaba afectándome y emocionándome. Raras veces y en forma vaga hablaba de ese período de mi vida. Se dice, sin embargo, que cada uno debe contribuir al conocimiento universal, como lo hacíamos en aquel mundo perdido".

Le pregunté primero como hizo para aguantar y el me daba un ejemplo de como los Inuiit conllevan la soledad. "Me ayudó mucho la terapia del llanto cuando se tiene ganas de llorar, se llora y todos los que se encuentran lloran contigo, luego cuando ríes, todos ríen contigo". Ayudó según Claude algo que el descubriría luego haciendo profundas investigaciones sobre sus vidas anteriores. Nos contaba que en una vida anterior fue monje en la edad media, y pasaba horas meditando recluído. En otra vida en el siglo XIX vivía en la Siberia y era leñador, por lo que pasaba horas en el bosque cortando madera, para subsistir.

Luego de una mágica tarde nos despedimos con Caíto de Claude con un caluroso abrazo, quedamos que lo iríamos a visitar a su casa de la Floresta, donde vive actualmente, para cocinar algo, charlar, caminar, regresar a las raíces, y charlar sobre ese documental que está escrito en el futuro.


Interesante artículo escrito El país por Gabriela Vaz al respecto.
http://www.elpais.com.uy/Suple/DS/09/01/11/sds_392005.asp

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miércoles, 22 de julio de 2009

Ida a Playa Verde, al viejo hotel de Caraballo


Todo parecía complicar el panorama, noche de narices frías que cada vez se extendía más, la salida era interminable en la inhóspita jornada del viernes. Cuando habíamos armado la excursión de fin de semana a la divina playa, la noche era fresca pero agradable. Ya degustábamos el revivir recuerdos de pibe, andando en un buggy 10 personas, haciendo fogones extraordinarios cerquita del agua donde se quemaban las penas con los cantos.



Le mandé un mensaje al Migue ya entrada la noche diciendo que lo íbamos a visitar, ya que nos habíamos enterado que estaba viviendo allá en el viejo hotel que era de su bisabuelo, a lo que me respondió -vamo a comer un asado?- sin saber quién mandaba el mensaje. Estábamos invitados fuéramos quién fuéramos. Cuando llegó la madrugada, a punto de acostarme le repetí al Fede -nosotros con Caíto vamos, el bicho pasa a las 9- así que manejarse para levantarse. Debo decir que poca fe le tenía a mi amigo, al ver el trajín que llevaba de la noche. Me acosté y le dije a Caíto que estaba a mi lado, ella ya dormía desde temprano, a las 9 nos vamos, levantame que el Bicho pasa.

Dentro del auto eramos cinco personas, un perro, bolso y tabla de surf. Debo decir que si me hubiera visto de afuera, hubiera sentido esa alegría de recordarme en esos viajes familiares o de vacaciones, donde uno viaja en medio de un picnic, cargando un montón de cosas para irse de disfrute lejos de la metrópolis. El viaje fue de vidrios empañados y ojos entreabiertos entre humo, mates y risas.




Cuando llegamos el viejo hotel estaba desierto (no funciona desde mediados de la década del 60´), por lo que nos sentamos en la barbacoa a tomar mate. Migue estaba en Piriápolis y pronto aparecería. Entre tanto nos dimos una escapadita a la costa para sacar unas fotitos. En la playita estuvieron el flautista de Hamelin, patos, aletas que no llegué a comprender si eran delfines, toninas o tiburcios, y un lobo marino.











Cuando llegó Miguel nos dimos bruto abrazo, ya que hacía muchísimo tiempo que no nos veíamos, aparte de reencontrarnos nuevamente en este lugar, que 10 años antes, nos habíamos quedado un par de noches con el el Juampi (donde andará? la última vez estaba en Grecia) y el Fede.




Nos comenzamos a contar proyectos en los que andábamos, y el Migue nos mostró todo el hotel, una estructura hermosa con décadas de abandono en algunas de sus habitaciones, pero que con el tiempo irá renaciendo a manos del bisnieto del dueño original. En otra época, era lugar de grandes bailes, fiestas, hasta riñas de gallo eran frecuentes en el hotel de Caraballo, que se encuentra en una foto en el living a la dirección de un lujoso auto con Fangio detrás.









En eso llega el Inti (perro cachorro labrador de Miguel), con la cara símil a un púgil luego de una batalla perdida por puntos. Su cara parecía haber mutado en la del hombre elefante del film de David Lynch, en pocas palabras se le hinchó la jeta al extremo. Cuando lo ve el Migue dice bo mirá como está el rope, me voy ya para Piriápolis. - Te acompaño. Salimos como torpedo, en la camioneta yo me encargaba de hablarle al Can al oído, mientras el Migue trataba de averiguar el celular del veterinario,-Pero señora, ¿no me puede dar el teléfono del veterinario? y yo que hago se me está muriendo el perro- la mujer, uno de esos inoportunos intermediarios que uno se encuentra en la vida, se apiadó de la situación y nos contactó al veterinario. Luego de deambular largo rato por Piria, en el que intentaba oficiar de calmante de los dos seres que me acompañaban, uno con los sentidos alterados y el pánico de su malfuncionamiento corporal, y el otro con la adrenalina de la situación característica. Luego de varias idas y vueltas, llegamos a lo del veterinario, el que automáticamente nos dijo que solucionaría el problema en el acto, que era una reacción alérgica a la picadura de una abeja, que había atendido a otro perro igual hacía un rato, que si no le das corticoide se mueren asfixiados. Un dato relevante a tener en cuenta es que es el mismo que se usa para los humanos por lo que si se les hincha el perro compren en la farmacia corticoide y dénselo por cualquier vía y después llévenlo al veterinario por las dudas.







Luego de que dicho suceso quedara en el anecdotario del fin de semana nos dedicamos a comer unas miniaturas de pescado recién pescadas en el barco del Peluche que habíamos preparado con Caíto. El día se nos fue pasando entre músicas, unos panes casero que nos cocinamos y alguna caminata por el pueblo. Cayendo la noche llegó Marmota, la novia de Migue y nos hicimos otro pescadito esta vez al horno, con cebolla, morrón y unas papas con manteca.

El otro día salío un asado de antología, con nueve comenzales entre los que se encontraban el Peluche, el viejo del Migue, Marmota, entre otros. Salió un asado lluvia donde íbamos comprando cada uno algo y ahí completábamos, con diario de domingo y charla valga la redundancia dominguera.










Luego de dicha panzada salió una extensa caminata a conocer el famoso puente colgante de Playa Verde. El paisaje era hermoso con nubes que intentaban cubrir el sol, pero este se les escapaba siempre por algún lado. Luego de ardua caminata conocimos el divino puente que se balancea al ritmo del que camina por encima, ahí jugamos un ratito.






Luego tomé un baño desnudo en el agua fresca del mar, como para favorecer la circulación y para calentar luego hice mis toscos movimientos capoeirísticos.




Volvimos tomamos las cosas, y después de un fuerte abrazo emprendimos la marcha, volví a buscar las pantuflas que me las olvidé, luego sí un abrazo más, nos fuimooooo...



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miércoles, 8 de julio de 2009

El pebete retorna a Montevideo 1 (mutación al blog con sede en Montevideo)


Pebete Navegante retorna a Uruguay, para nadie es sorpresa ya que me los he cruzado a mis amigos por todos lados. El recibimiento fue increíble, cada abrazo, cada mirada, cada momento compartido. Tiempo después parece que volvemos a lo mismo, tiempo después sobresale a la vista, todo ha cambiado para siempre.

Hay gente que todavía me queda por encontrar, más la que día a día descubro que me amplia el universo, vienen días de blogs donde encontrarán nombres, donde nada saldrá impune del baul de los cachivaches. Donde alguna risa será guiada por el lapiz a burlar el tiempo.

Me quedaron tantas cosas por vivir, ese deseo me da lo indispensable para el buscador, la sed. En la vuelta estuve viajando por Maranhao 5 días entre las inundaciones, viajando las noches con camioneros, que tomaban pastillas para no dormirse, probando rutas, pasando por lugares inundados con los dedos cruzados para que no se quedara el mionca. El chofer era una bomba de tiempo, era gordo al extremo, tomaba pastillas todo el tiempo, no dormía casi, no tomaba agua solo coca cola, y en cada comida agarraba la mitad de un limón y le ponía una montañita de sal por arriba y lo chupaba. Él no escapa al general de los camioneros que llevan madera desde Belen hasta cualquier punto del nordeste de Brasil, que casi no duermen porque le pagan bien para que no paren, varios han muerto sobre el camión. Gente dura, alguno alguna vez había traficado algunos kilitos, personas de buen corazón que me ayudaron en mi objetivo. Este era llegar a Fortaleza esa semana para tomar un avión a Porto Alegre. Recuerdos de ruta, joyitas anecdóticas de cualquier experiencia.


A su salud
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lunes, 8 de junio de 2009

Carabelas (aprete aquí)

Carabelas


Salí de la posada de Itaúnas recién salido el sol, rumbo a cruzar el límite entre Espírito Santo y Bahía, para llegar a una playa de pescadores que me habían recomendado. Lo primero que hice fue hablar con los guardaparques que se encontraban en la ruta que iba para Conceiçao da Barra, ahí después de charlar un poco estos nuevos amigos comenzaron a parar los autos, por lo que en menos de media hora ya estaba en camino. Me dejaron en la VR 101 en una estación de servicio en la que no pasaba nadie.

Luego de charlar con los pisteros se me ocurrió en visitar las empresas donde podían salir camiones, fui hasta una distribuidora de agua mineral metiéndome por unos caminos de tierra, ahí hablé con la gerente y con unos camioneros que me dijeron que en la tarde tal vez saliera alguno para el sur de Bahía. Pasé por otra distribuidora y hacía quince minutos había salido una carga para mi destino, pucha, tendría que haber venido antes, pero como uno no es adivino se olvida y sigue procurando. Luego de probar todas las posibilidades caminando bajo el sol abrazador del mediodía, una de las pisteras con la que entablé amistad me regaló una marmita de comida caliente, que fue bienvenida por mi estómago vacío hasta ese momento. Cuando estaba comiendo llegó una ambulancia, y el chofer paró a comer, la matrícula decía Caravelas, por lo que luego de que terminara de comer me acerqué a preguntarle. “Desculpe cara eu sou Uruguaio, jornalista (periodista) e estou trabalhando com meio ambiente no litoral de Espírito Santo, agora estou indo pra Caravelas, voçe nao ta indo pra lá” Medio tímido me dijo que en un rato saldría, por lo que a los diez minutos estaba de copiloto de ambulancia rumbo a mi destino.

Increíblemente conocía a Ze Geraldo, amigo de Militao que me recibiría en su casa. Llegué al aserradero donde trabajaba Ze Geraldo, que quedaba al lado de su casa, y le expliqué que Militao me había dicho que eran bastante amigos, y que tal vez me pudiera quedar en su casa, así que amablemente me dio un cuarto enorme con un colchón en el suelo. El primer día, luego de descansar un rato me fui a la playa que quedaba a 2 km. La playa tenía el sello bahiano, con sus enorme cocoteros y sus aguas celestes reflejando el cielo, los paradores estaban casi todos cerrados y la playa estaba casi desierta, por lo que atiné a caminar, tomando algún baño de a rato.



En un momento me encontrè con casi una decena de pescadores tirando de las redes y como me he dado cuenta que la forma de hacer amigos es trabajando codo a codo, les pedí para ayudar. Entran dos pescadores en bote al agua y a 300 metros tiran la red, el resto de los pescadores (20 aprox) desde la orilla tiran de cada punta de la red con cuerdas, asegurándola sobre los hombros. Lo cierto fue que me emocioné, y como la red se tiró varias veces terminé con varias ampollas en las manos, más los cortes que me causaron las escamas de los peces cuando los sacaba de la red y la tenaza de un cangrejo enfurecido que me abrió un dedo.



Cuando se terminó la pesca, se tiró todo el pescado a la arena y se fueron haciendo montoncitos en la arena, Fabio, pescador gordo y grande, me dijo que si quería pescado me correspondía, le respondí que no me interesaba llevarme pescado, que prefería que alguno me invitara a comer a su casa. Fabio se alegró y me dijo “vocé ta convidado pra minha casa”. No me dejaron irme con la manos vacías por lo que cada uno me dio un poco de su montón, para que me llevara una bolsa llena de pescados. Ahí nos fuimos caminando varios pescadores rumbo al pueblo y en eso salía alguna veterana ama de casa preguntando que llevaban, si le gustaba lo que veía le compraba media bolsa a dos reales. Luego de estar una horita en el bar tomando unas cuantas cervezas, ya que los pescadores se caracterizan en general por entrarle con ganas al caliborato, enfilamos medio curvilíneos, a la casa de Fabio, donde nos comimos unos pescados fritos, con una buena feijoada como no podía ser de otra manera. Entre la madre y la hermana menor nos limpiaron todo el pescado, ya que se da algo que es casi una fija, que los hombres pescan y las mujeres limpian el pescado, entre los caboclos ha sido así desde que se tiene memoria.



Al otro día volví a pescar, pero esta vez a hacer la jornada completa desde las seis de la mañana. Dos de los pescadores más jóvenes se subieron a los cocoteros con una agilidad de primates, arrancaron a lanzar cocos al suelo, por lo que el desayuno fue viendo salir el sol, pulpa de coco y agua de coco. Esa mañana no se sacaron tantos peces como el día anterior, pero fue igual de entretenido con un sol que rajaba la piel, y con una cachaça en botella de plástico de medio litro que pasaba de mano en mano.

Esa noche me quedé jugando al dominó, y al fútbol en la calle con amigos de la pesca, así que se me fue la hora, por lo que llegué a la casa de Geraldo a las diez y me había dejado afuera, el salía y si estaba adentro me quedaba adentro y si estaba afuera, quedaba en la calle. Toqué un par de veces y como no me quería ganar el odio de nadie, enfilé de nuevo para el barrio bajo, hablé con Elías amigo de la pesca y me quedé en su humilde casa. Me sentí como en familia, estaba en una casa humilde llena de niños, gallinas, gatos, perros, cocoteros, donde todos los días había una comidita caliente y más importante aun, alguien con quién compartirla. Te hacían sentir como un huésped de lujo, por eso al otro día que me levanté fui a buscar las cosas y me mudé por unos días a la casa de Elías, que a diferencia de donde estaba antes, donde era bienvenido entre comillas, pasé a estar con una familia dulce y bondadosa.

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domingo, 17 de mayo de 2009

San Mateus, Itaúnas


Después de salir de Regencia en un auto con los pastores de una iglesia evangélica, llegué nuevamente a Linhares, aquí como me había comunicado con Militao me espero en la VR 101 ruta en la que llegaría a mi próximo destino Itaúnas. Cómo todos conocen a Miltao al verlo en la ribera de la ruta paraban para ver a donde iba, con uno de estos que paró me embarqué. Era un camión que tranportaba cadaveres de asesinatos, o muerto en tiroteos, o cualquier cuerpo que debiera estudiar el forense para esclarecer algún caso, me resultó curioso que me dijera que muchas veces cuando mueren en tiroteos policías y criminales, van en el mismo camión a ser estudiados.


Me dirigía a San Mateus para luego salir de la 101 para llegar a Conceiçao da Barra, para luego llegar a Itaúnas que ya es ruta de tierra. Cuando llegué a San Mateus comenzé a hacer lo que siempre hago apenas llego a algúna ciudad o pueblo, encontrar un lugar seguro para dejar las mochilas por unas horas hasta que encuentre a la persona que busco o un lugar para quedarme. En San Mateus me dirigí al cementerio para encontrar a Piau, amigo de Militao, mestre de capoeira y enterrador. Frente al cementerio encontré estas hermosas ruinas.




Pregunté por todos lados encontré su casa charlè un rato con él en el puerto que en otra época fuera uno de los más grandes de tráfico de esclavos, sobre la historia, de las grandes batallas que se habían desatado entre los portugueses, los indios botocudos y más tarde los esclavos.





Me invitó a quedarme en su casa, que era muy humilde, pero me podía hacer un espacio, como tenía ganas de llegar a Itaúnas rechazé la invitación y seguí camino, pasé por la panadería donde me convidaron con un toddy y unos sandwiches calientes, que me vinieron al pelo. Agarré la mochila y emprendí caminata, hasta algún lugar donde pudiera agarrar viaje, como no pasaba nadie por la estación de servicio, emprendí caminata. El calor debería estar cerca de los 40 grados, y la mochila parecía cargada de ladrillos. Me dijeron que la estación del ómnibus (barato porque era dentro del mismo municipio) estaba a 500 metros, distancias que en las que nunca deben confiar ya que los brasileños en general tienen una visión un poco distorsionada de la distancia. Lo cierto es que era como kilómetro y medio, lo que con la mochila pareció una legua.

Llegué a la estación empapado en sudor, y muerto de calor, tomé un ómnibus para Conceiçao da Barra para luego llegar a Itaúnas, esta zona está sumamente forestada por eucaliptos por lo que el camino se dio en su mayoría entre bosque. Cuando estamos llegando a la terminal para luego hacer una conexión para Itaúnas veo dos personas con un mate y un termo abajo del brazo, estuve a punto de tirarme de cabeza por la ventana, ya que hacía dos meses que no tomaba un mate. Pregunté y estábamos muy lejs de la terminal para bajar. Llegué a la terminal ya cerca del atardecer y aproximándose una nube negra por el oeste, ahí me informaron que no había ómnibus, por lo que casi sin pensarlo agarré el mismo omnibus que me trajo y le pedí que me dejara en la entrada al camino para dicha playa.

En la entrada del camino, comencé a hacer dedo pero no entraba nadie, la situación se puso compleja cuando las nubes negras comenzaron a escupir sus primeros gotones y llegó otro mochilero. Cuando el diluvio era inminente, pasó Mono Araña un conocido personaje de la zona. En su fuca aromatizado sabor marihuana, con la lluvia y el olor a tierra mojada que entraba por las ventanas hicimos ese trecho. Cuando llegué a Itaúnas cayendo la tarde y con lluvia parecía un pueblo fantasma, no había nadie en la calle, me dediqué a preguntar por Carlinhos Cabezón que era un amigo de Miltao. Cuando llegué a su casa, el y su esposa me dieron una habitación en su posada que estaba vacía, luego se encerraron en su casa y no los vi hasta el día siguiente. Esa noche me sentí muy solo, en un pueblo casi fantasma, en una posada vacía, cené solo y mal, diga que por suerte apareció una lagartija rosada que acompañó un poco

Al otro día salí a caminar bien temprano en dirección la playa, que para llegar hay que atravesar dunas inmensas, y a estas alturas del año está casi completamente solitaria, caminé varios kilómetros y solo vi una persona que pasó trotando.



Esta es una foto en verano, para que vean lo que es la playa. La tomé prestada.



A la vuelta me encontré con tres inglesas con las que hicimos amistad, nos pusimos a conversar y como comenzó a llover nos quedamos jugando shithead (juego de cartas, al que todavía no le saco la gracia). Luego volvimos al pueblo y vi a las dos personas que el día anterior tenían el mate. Eran uruguayos de Parque Batlle, Paola y el Laucha (yo pensaba que había uno solo). Resultó que se quedaron en la posada que yo estaba, porque sacaron un buen precio, tarde con mate, noche con guiso y charla uruguaya me dieron ánimo en seguida, es que parecía que siempre que pasaba un mal rato, pasaba algo que me renovaba las energías para seguir, como si el universo deseara que yo continuara con la travesía. Esa noche fuimos a las dunas a ver las estrellas con ellos y con Leo (el mochilero vitoriense que había entrado conmigo al pueblo), fue una noche increíble, porque en vez de ver las estrellas vimos bajo el quincho de un bar de playa resguardados del agua y los rayos, una tormenta eléctrica que atacó con furia al mar. Cuando todo paró volvimos al pueblo, ahí me despedí de los tres ya que si no llovía mucho saldría bien temprano a la ruta de nuevo, rumbo a alguna playita en el sur de Bahía.
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lunes, 20 de abril de 2009

Regencia, paraíso. (aprete aqui)



A Regencia llegué em uma camioneta de um ingeniero agrónomo, que nos llevó a mi y a un amigo de Militao que llevaba uma película para ser exhibida em dicho pueblo. Ya Militao me había conseguido una familia para quedarme en su casa. Ahí luego de preguntar bastante llegué a casa de Doña Iná.

Ahí me recibió un comité de bienvenida, eran como diez personas de diferentes edades todas reunidas alrededor de una mesa. Ahí me preguntaron de donde venía, y a pesar de que le dije que dormía en cualquier lugar y no quería incomodar a nadie, la abuela de la familia y la madre de todos me dió su cama para irse a dormir al living, ahí tuve el primer gesto de una hospitalidad increíbe, esa que nos hace sentir pequeños. Con esta familia me sentí como en mi casa, todos los días se comía en una mesa enorme, llegaban todos los hijos e hijas de Ina, con sus respectivos hijos, por lo que a veces la turma llegaba a ser de 40 personas, de todas las edades. El clima siempre era de tranquilidad y de charla en medio de banquetes con peces, cangrejo, feijao, tallarines, y jugos de todo tipo de frutas que tenían en el jardín.





Con cada uno de los miembros de la familia generé una relación especial, todo esto llevó a que aunque fuera con la idea de quedarme tres días, me quedara diez.



El primer día fui a jugar al fútbol de salón, y no fue que me destaqué, pero metí un golcito lindo que me la tiró el golero la paré con la rodillá, sin que cayerá le pegué con el pie para acomodármela para el arco rival y dando una vuelta chuteé a lo Zidane y la clavé a un ángulo, ahí salió algún grito de la tribuna de algarabía, que hizo olvidar la pelota anterior que había perdido y que hizo que nos clavaran.

Luego de eso vi una casa con tapas de discos de pasta afuera, y como me dió la curiosidad, paré para preguntar quién vivía, en la puerta estaba Mariola, rasta de piel oscura de voz tranquila y ritmo lento con el que luego nos haríamos bastante amigos, me dijo que vivía Ronaldo. Al rato de estar sentado charlando en la puerta de la casa, llegaba en bicicleta un personaje de unos cincuenta años, bigote tupido pero ni muy ancho ni muy largo. El legendario Ronaldo tiene una colección de discos de vinilos de aproximadamente 15.000 piezas, lo que hace que como sus casa es muy pequeña la mayor parte esté ocupada por los discos de pasta. En su casa todo es permitido, cualquier tipo de infusión, como de humo, como de expresión artística, es así que sus paredes están todas dibujadas, con retratos, de Lennon, de el mismo, tanto como dibujos abstractos,quién quiere intervenir, puede.





Ese fue el primero de varios días de charlas compartidas en la cocina de Ronaldo, de paredes de ladrillo y de cuchillos de todos los tamaños y formas colgados. Las charlas eran entre cachaças, risas, humos, reflexiones metafísicas y zoológicas. Varios de los días que fuimos Ronaldo estaba lavando, cosa que no hacía desde noviembre. Su ropero constaba basicamente de dos camisetas, un par de chanclestas y veinte bermudas, nunca lo vi de camiseta. El tiempo aproximado que usaba cada bermuda era de una semana y media según él.


En otra de esas noches conocí a Natal (navidad en portugués) un pintor primitivista, de piel bien negra y de unos 55 años con el que también hicimos una gran amistad, algunas noches conversábamos hasta el amanecer de arte, de música y en fin de lo que nos viniera en ganas. La casa de Natal está decorada de una forma muy curiosa







Ya el primer día por obra del destino caí en una fiesta íntima, donde había un fuego prendido con una plancha arriba, ahí se tiraban los camarones y cuando estaban hechos que estaban bien rojos, se le ponía un poco de limón gallego, que es uno naranja por dentro y un poco más dulce, pero igualemente ácido, y al buche el manjar del mar. Esa noche de guitarras y percusiones con lo que se tuviera a mano, me presentaron a Gurú, este es hijo de Militao me dijeron. Gurú es el mestre del aerial (maniobra de surf de saltar con la tabla y volar por unos segundos) me agregaron. En esa fiesta conocí a Rolao dibujante y tallador en madera, que por esa época andaba haciéndoles tatuajes gratis a sus amigo, casi me hago uno, pero no encontré un motivo que me llamara la atención.

Hice tres paseos que fueron preciosos, el primero fue la pesca de camaron al Río Dulce, en esa ocasión salimos con Rolao y Gurú en un bote, y navegamos como cuatro kilómetros río arriba, llegamos a una fazenda donde vivía una gente macanuda, comimos unos cacaos, y unas acerolas, y nos tiramos al Río en busca de los camarones, estos generalmente se cazan con la mano metiéndola en los agujeros de barro que se encuentran abajo de los juncos y de las plantas de agua, por esto hay que meterse entre las plantas a veces un metro y medio abajo del agua. Puse mucho empeño en pescar algún camarón, ya que quería que me reconocieran el trabajo, por eso mientras ellos sacaron más de una docena en una hora yo investigaba metiendo la mano en todos lados entre los musgos , pero por falta de costumbre cuando tocaba algo que se movia en vez de apretar, sacaba rápido la mano. Estuve una hora en el agua y nada. Después agarré unos cacaos y me puse a comer sobre la canoa, luego pensé que eso no podía quedar así, me tiré de nuevo y luego de veinte minutos en el agua, me pareció palpar algo en un hueco, apreté y cuando saqué la mano salió un camarón largo como un gato más o menos, ahí grité “pegué um” y en seguida Gurú grito “olha Rolao o gringo pegó um pitu (camarón)” “ ehhh gringo parabens” gritó desde lejos y me aplaudieron entre los dos. Fue una tarde increíble.



Otro día fui con Anildo el cazulo (hijo más chico en Brasil) de Iná, al proyecto Tamar, que es una ong que trabaja en todo el litoral, desde Ceará hasta Santa Catarina, protegiendo las tortugas. Ahí conversamos un poco sobre las diferentes especies, y me dijeron que iban a limpiar la piscina de las tortugas, a lo que obviamente ofrecí mi ayuda al instante. Ahí comenzamos a limpiar las tortugas gigantes, de 20 o 30 años cada una, de hasta 150 kilos algunas. Ahí compartimos un momento lindo entre las tortugas, lo que cerramos con una café compartido al final.









Volvimos caminando por la playa los siete kilómetros desde la reserva hasta el pueblo, en ese trayecto la playa está llena de refugios creados por pescadores, con los palos que trae la corriente. En el camino comenzamos a recoger todo tipo de fruta, que caen en el Río Doce y el agua las trae, recogimos caja (fruta naranja parecida a un quinoto, muy buena para jugos), jenipapo y coco. Fue una caminata linda por la ribera del océano.














Otra tarde fuimos a una isla con Mariola, Dudú fumos de canoa, comimos unos cacaos y luego volvimos para hacer una feijoada.





Cada día en Regencia fue increíble, con una familia que me hizo sentir como en casa, con una barra linda de amigo pescadores\surfistas con los que compartimos momentos increíbles y con una belleza natural que deslumbraba.







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