miércoles, 22 de julio de 2009

Ida a Playa Verde, al viejo hotel de Caraballo


Todo parecía complicar el panorama, noche de narices frías que cada vez se extendía más, la salida era interminable en la inhóspita jornada del viernes. Cuando habíamos armado la excursión de fin de semana a la divina playa, la noche era fresca pero agradable. Ya degustábamos el revivir recuerdos de pibe, andando en un buggy 10 personas, haciendo fogones extraordinarios cerquita del agua donde se quemaban las penas con los cantos.



Le mandé un mensaje al Migue ya entrada la noche diciendo que lo íbamos a visitar, ya que nos habíamos enterado que estaba viviendo allá en el viejo hotel que era de su bisabuelo, a lo que me respondió -vamo a comer un asado?- sin saber quién mandaba el mensaje. Estábamos invitados fuéramos quién fuéramos. Cuando llegó la madrugada, a punto de acostarme le repetí al Fede -nosotros con Caíto vamos, el bicho pasa a las 9- así que manejarse para levantarse. Debo decir que poca fe le tenía a mi amigo, al ver el trajín que llevaba de la noche. Me acosté y le dije a Caíto que estaba a mi lado, ella ya dormía desde temprano, a las 9 nos vamos, levantame que el Bicho pasa.

Dentro del auto eramos cinco personas, un perro, bolso y tabla de surf. Debo decir que si me hubiera visto de afuera, hubiera sentido esa alegría de recordarme en esos viajes familiares o de vacaciones, donde uno viaja en medio de un picnic, cargando un montón de cosas para irse de disfrute lejos de la metrópolis. El viaje fue de vidrios empañados y ojos entreabiertos entre humo, mates y risas.




Cuando llegamos el viejo hotel estaba desierto (no funciona desde mediados de la década del 60´), por lo que nos sentamos en la barbacoa a tomar mate. Migue estaba en Piriápolis y pronto aparecería. Entre tanto nos dimos una escapadita a la costa para sacar unas fotitos. En la playita estuvieron el flautista de Hamelin, patos, aletas que no llegué a comprender si eran delfines, toninas o tiburcios, y un lobo marino.











Cuando llegó Miguel nos dimos bruto abrazo, ya que hacía muchísimo tiempo que no nos veíamos, aparte de reencontrarnos nuevamente en este lugar, que 10 años antes, nos habíamos quedado un par de noches con el el Juampi (donde andará? la última vez estaba en Grecia) y el Fede.




Nos comenzamos a contar proyectos en los que andábamos, y el Migue nos mostró todo el hotel, una estructura hermosa con décadas de abandono en algunas de sus habitaciones, pero que con el tiempo irá renaciendo a manos del bisnieto del dueño original. En otra época, era lugar de grandes bailes, fiestas, hasta riñas de gallo eran frecuentes en el hotel de Caraballo, que se encuentra en una foto en el living a la dirección de un lujoso auto con Fangio detrás.









En eso llega el Inti (perro cachorro labrador de Miguel), con la cara símil a un púgil luego de una batalla perdida por puntos. Su cara parecía haber mutado en la del hombre elefante del film de David Lynch, en pocas palabras se le hinchó la jeta al extremo. Cuando lo ve el Migue dice bo mirá como está el rope, me voy ya para Piriápolis. - Te acompaño. Salimos como torpedo, en la camioneta yo me encargaba de hablarle al Can al oído, mientras el Migue trataba de averiguar el celular del veterinario,-Pero señora, ¿no me puede dar el teléfono del veterinario? y yo que hago se me está muriendo el perro- la mujer, uno de esos inoportunos intermediarios que uno se encuentra en la vida, se apiadó de la situación y nos contactó al veterinario. Luego de deambular largo rato por Piria, en el que intentaba oficiar de calmante de los dos seres que me acompañaban, uno con los sentidos alterados y el pánico de su malfuncionamiento corporal, y el otro con la adrenalina de la situación característica. Luego de varias idas y vueltas, llegamos a lo del veterinario, el que automáticamente nos dijo que solucionaría el problema en el acto, que era una reacción alérgica a la picadura de una abeja, que había atendido a otro perro igual hacía un rato, que si no le das corticoide se mueren asfixiados. Un dato relevante a tener en cuenta es que es el mismo que se usa para los humanos por lo que si se les hincha el perro compren en la farmacia corticoide y dénselo por cualquier vía y después llévenlo al veterinario por las dudas.







Luego de que dicho suceso quedara en el anecdotario del fin de semana nos dedicamos a comer unas miniaturas de pescado recién pescadas en el barco del Peluche que habíamos preparado con Caíto. El día se nos fue pasando entre músicas, unos panes casero que nos cocinamos y alguna caminata por el pueblo. Cayendo la noche llegó Marmota, la novia de Migue y nos hicimos otro pescadito esta vez al horno, con cebolla, morrón y unas papas con manteca.

El otro día salío un asado de antología, con nueve comenzales entre los que se encontraban el Peluche, el viejo del Migue, Marmota, entre otros. Salió un asado lluvia donde íbamos comprando cada uno algo y ahí completábamos, con diario de domingo y charla valga la redundancia dominguera.










Luego de dicha panzada salió una extensa caminata a conocer el famoso puente colgante de Playa Verde. El paisaje era hermoso con nubes que intentaban cubrir el sol, pero este se les escapaba siempre por algún lado. Luego de ardua caminata conocimos el divino puente que se balancea al ritmo del que camina por encima, ahí jugamos un ratito.






Luego tomé un baño desnudo en el agua fresca del mar, como para favorecer la circulación y para calentar luego hice mis toscos movimientos capoeirísticos.




Volvimos tomamos las cosas, y después de un fuerte abrazo emprendimos la marcha, volví a buscar las pantuflas que me las olvidé, luego sí un abrazo más, nos fuimooooo...



2 comentarios:

Javier González dijo...

jejeje, muy buenas las historias, yo tenia un labrador y le paso lo mismo, quedan monstruosos de verdad. muy buenaa la foto del sol desbordando las nubes, abrazzo

javi

Pebete Ormaechea dijo...

Grande Javi, que bueno esta historieta, esta forma de comunicarnos, me hace bien.
Abrazo viejo

Publicar un comentario